ORACIÓN DE LA MAÑANA, ESO Y BACHILLERATO. Martes 26 de septiembre de 2023.

    

Vamos haciendo silencio y nos preparamos para comenzar la oración.

Ve dejando tu cuerpo sereno, aparta la pereza, la desgana o la preocupación y respira profundamente, llenándote de Vida...  Deja que tus pulmones se llenen por completo y suelta el aire despacio, hasta vaciarte... 3 veces... Percibe, en un momento de silencio, el regalo de la vida, conéctate por dentro con las personas y las cosas que hay a tu alrededor, toma conciencia de la suerte de estar aquí y ahora. 

Comenzamos nuestra oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Hoy, se celebra en Europa el Día de las Lenguas. Por eso, vamos a escuchar un cuento que nos recuerda el poder de las palabras:


En una pequeña aldea, había nacido un niño mudo. Sus padres visitaron a todos los médicos de su aldea y de las ciudades vecinas, pero nadie podía explicar la causa de su dolencia.

El pequeño creció escuchando a los demás comunicarse, expresar sus emociones, reír, discutir… Jamás fue del todo feliz ya que pese a tener una familia y unos amigos que le querían, sentía que le faltaba algo. Empezó a crecer en su corazón el resentimiento, la rabia y la envidia, lo que le hacían la vida aún más dura.

Pedía y pedía a Dios un milagro, deseaba poder hablar por encima de todas las cosas. Se prometió a sí mismo que si algún día se obraba el milagro, nada ni nadie lo harían callar. 

Un día cualquiera, sin saber cómo ni por qué, el joven habló. Se sintió inmensamente feliz. Creyó que era su turno, que tenía el derecho a decir todo lo que había tenido que callar durante años. No tuvo en cuenta que los dones de Dios hay que cuidarlos y saber usarlos. Comenzó a decir, todo lo que cruzaba por su cabeza. Opinaba de todo y de todos. 

No tuvo en cuenta que las palabras tienen consecuencias, que lo que se dice, dicho está y ya no hay vuelta atrás. No pensó si sus palabras herían o dejaban cicatrices en los demás. No comprendía que poder hablar no justifica hacerlo sin pensar. 

Poco tiempo después aprendió la lección. La gente de la aldea le rehuía y evitaba conversar con él; fue quedándose sólo y, aunque ahora tenía la capacidad de hablar, ya no tenía a casi nadie con quien hacerlo. Estaba volviendo a quedarse mudo…

Así, aprendió que todas las palabras tienen un eco silencioso y poderoso; que toda palabra debe ser dicha desde el corazón. Aprendió a usar las palabras correctas y, aunque suene paradójico, a callar cuando era necesario. 

Por fin, se dio cuenta de que hablar no era sólo una habilidad física, sino un don muy preciado que hay que cuidar. Cuando entendió esto, se produjo el verdadero milagro, que no fue la capacidad de hablar, sino la capacidad de comunicarse y construir un mundo mejor a través de sus palabras nacidas del amor.

  • ¿Y tú? ¿Utilizas el don de la palabra para construir o para destruir?







Le pedimos hoy al Señor que nos ayude a utilizar nuestras palabras siendo conscientes del grandísimo poder que tienen.



Terminamos la oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.


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