ORACIÓN DE LA MAÑANA (ESO Y BTO) - 25 DE ABRIL

¡Buenos días!

Empezamos nuestra oración haciendo silencio por dentro y por fuera, que nada ni nadie nos distraiga en este momento tan importante.

Vamos dejando nuestro cuerpo cada vez más quieto. Nos sentamos correctamente, nuestra espalda recta, los pies tocando el suelo, enraizados con nuestro planeta que es regalo de Dios.

Cerramos nuestros ojos, y ponemos toda nuestra atención en la respiración… Cogemos aire, lo soltamos despacito… (3 veces).

EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO…

 

Comenzamos la oración de la mañana con la lectura del Evangelio de San Juan:

     En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:

     Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
     Simón Pedro les dice: “Me voy a pescar”.
     Ellos contestan: “Vamos también nosotros contigo”.
     Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
     Jesús les dice: “Muchachos, ¿tenéis pescado?”.
     Ellos contestaron: “No”.
     Él les dice: “Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis”.
     La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: “Es el Señor”.
     Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua.      Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
     Jesús les dice: “Traed de los peces que acabáis de coger”.
     Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
     Jesús les dice: “Vamos, almorzad”.
     Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

 

     Este fragmento del Evangelio nos muestra cómo Jesús se aparece a sus discípulos después de resucitar, en un momento en que estaban pescando sin éxito toda la noche.

     La escena nos cuenta que, incluso en momentos de dificultad, Jesús está presente y dispuesto a ayudarnos.
     Cuando los discípulos no logran pescar nada, Jesús les dice que echen la red y, milagrosamente, consiguen una gran cantidad de peces, ¡ciento cincuenta y tres!
     Este detalle nos enseña que, con fe y confianza en Jesús, podemos lograr cosas que parecen imposibles. Además, Jesús prepara un desayuno para ellos, mostrando su amor y cuidado.
     La presencia de Jesús en esta historia nos invita a confiar en Él, especialmente en momentos difíciles o de incertidumbre. Nos recuerda que no estamos solos y que, si seguimos sus enseñanzas y confiamos en su ayuda, podemos superar obstáculos y encontrar paz y alegría. La historia también nos invita a valorar la amistad y la comunidad, porque Jesús siempre está con nosotros, guiándonos y cuidándonos en cada paso.

 

     Hoy, Señor, te pedimos que nos ayudes a confiar en tu amor y a seguir tus enseñanzas, especialmente cuando enfrentamos obstáculos o dudas.

     Y pedimos por nuestros compañeros que hoy cumplen años.

     Terminamos la oración EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO…




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